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Historias de vida
Jhon

Jhon

Tengo pareja y la quiero y nose qué pasa entre los dos. Ella es dócil y buena y es también exageradamente complaciente y en todo momento, busca mejorar la situación y así está el matrimonio.

Ya no somos unidos, ya no podemos comprendernos y es un asunto que duele y es una experiencia muy triste. Y qué hacemos, si lo intentamos y nada da resultado.

Estamos, irremediablemente, más y más alejados. Ella habla poco; yo, casi no estoy en la casa.

Hoy, Lena se acercó a mí en la oficina y notó mi desconcierto y le oí decir:” Nada es más importante que tú. No te dejes vencer” y muy coqueta, cómo es ella, se alejó de mí lado sin antes dejarme el mensaje de que está ahí y de que no lo olvide. Y es que no quiero romper mi promesa, ni la ilusión del matrimonio.

Necesito un descanso, la necesito a ella, a mi mujer, que, aunque es bondadosa y suave, últimamente, parece no reparar en ello.

Anoche le pedí: No me dejes, siento que lo estás haciendo y por toda respuesta, débilmente, sonrío antes de decir: ”Los sentimientos cambian y las personas también. ¿Oh es que recuerdo la última vez que salimos juntos? Claro que no, porque ha pasado mucho tiempo desde entonces y creo que me acostumbré a la indiferencia y a la soledad. Te habrá pasado igual. ¿Puedes entenderme? De nada te culpo, en algo habré fallado. Yo no me he rendido, pero he empezado a aceptar que ya no me quieres.”

Calló y yo, no supe que decir y empecé a reconocer, en el fondo de mí, que tenía razón. Lena le había dado un nuevo sentido a mi vida y yo, no estaba alegre por eso, porque todavía creía que nuestro matrimonio se salvaría. Y empecé a esforzarme y a buscar nuevas maneras y el tiempo pasó y el tiempo ayudó.

Pude haber sido infiel y no lo fui. Y es algo de lo que siempre me sentiré orgulloso. Pero la historia no termina ahí, sino en el desacierto de mi mujer. Ella sí lo fue.

Conoció a alguien a quien le dio cariño, se ilusionó y me lo dijo y hasta me pidió el divorcio. Estoy devastado. Qué haré sin ella, pero qué pudo pasar.

Aquella tarde de sábado, sentí que en mi corazón había algo y no solo tristeza y decidí ir a la clínica y allí supe que posiblemente, algo no estaba bien. Y así. Me sometí a algunas pruebas y análisis, hasta que supe que mi corazón había crecido, ahora tenía un corazón agrandado y podía ser el resultado de un estrés de corto plazo, algo así y que poco se podía esperar, excepto cambiar mi vida por una más tranquila y fue entonces que decidí que no quería que ella tenga más que felicidad y firmé los papeles y dejé el lugar que por once años había sido un rincón de ilusión, esperanza y amor, un rincón cerca al cielo en el que fui tan feliz.

Nuestra hija Isabella viviría conmigo y en un tiempo razonable iría a un internado en Estados Unidos y ella, Mia, podría ser feliz con aquella persona.

Total, que mi vida estaba amenazada y yo sólo quería estar cerca al mar para pensar y escribir y para sentir, que pese a las dificultades, es algo bueno vivir